Eugenesia: esterilización masiva e institucional

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La violencia contra la mujer, o contra el ser humano, está enquistada en la mentalidad o el “sentido común epocal imperante” de cada lugar. Hay grados y modos de violencia, que son tabú y ya no se ejercen. Pero otros están en la sombra o como asumidos. Los pasamos casi por alto.

Por Ángel Sanz

La eliminación planificada de individuos considerados defectuosos, o indeseados, es lo que se conoce como eugenesia.

La palabra viene del griego y se compone del término eu, que aporta el concepto de “bien/bueno”, o “correcto/adecuado”, y el término genia, que refiere al origen. Combinadas significan aquello considerado de “buen origen”, o “adecuado por su origen”. Por extensión, también se refiere a lo que busca o promueve el ser bueno desde el origen.

Por similitud tenemos la palabra eutanasia, que también comparte la raíz eu. Donde eu significa igualmente bueno o conveniente, y thanatos es la muerte. Aquí, el significado sería la buena muerte o la muerte conveniente. Que es otro tema a discutir.

La eugenesia tiene hoy más relación con la selección de los genes, que con eliminar a los defectuosos ya vivos. Se busca cómo rectificar, depurar o seleccionar ciertos rasgos físicos o cualidades, sobre otros. Por eugenesia en el ser humano se entiende que es elegir unos genes y descartar otros.  Cuestionable, sí.

La eugenesia, en su aspecto histórico, se asocia habitualmente con las prácticas realizadas durante el régimen Nazi y su obsesión por la pureza de la raza aria. Pero la idea nació en la Inglaterra victoriana y se practicaba en Estados Unidos, antes de que surgieran los nazis. Fue al revés. Los programas estadounidenses sirvieron de inspiración a los nazis, cosa que no es tan conocida. El régimen nazi tomó sus demenciales ideas y procedimientos de la American Eugenics Society, y otros. Desde el siglo XIX venían publicándose en EEUU propuestas eugenésicas, a partir de las ideas de Galton (Inglés. Matemático, estadístico, sociólogo, psicólogo, antropólogo, explorador, geógrafo, inventor, meteorólogo, proto-genetista, psicomotricista… lamentablemente también eugenista y racista. Fue nombrado Sir en 1909. Además era primo de Darwin) y C.B. Davenport (norteamericano, biólogo, racista y conocido eugenista, 1866-1944).

La eugenesia, como corriente científica, gozaba de cierta aceptación en la comunidad académica estadounidense de finales del siglo XIX y principios del XX. Para 1928, había 376 cursos universitarios diferentes en algunas de las escuelas líderes de Estados Unidos, con una asistencia de más de 20.000 estudiantes, que incluían a la eugenesia en sus programas. Si sucediera hoy algo así, irían la policía y los antidisturbios a cerrar esos centros.

El movimiento eugenésico estadounidense recibió, en sus inicios, no solo aceptación. También financiación del mundo corporativo, como el Instituto Carnegie, la Fundación Rockefeller o el apoyo económico del magnate ferroviario Edward Henry Harriman. Antes, desde 1906, John Harvey Kellogg apoyó económicamente para crear la “Fundación para la mejora de la raza”, en Battle Creek, Míchigan. Kellogg… han leído bien. Él y su hermano, desde el sanatorio de Battle Creek revolucionaron para siempre el desayuno estadounidense con los copos de cereales. Toda esa gente de bien andaba en temas de “la mejora de la raza” por aquel entonces. La eugenesia en Estados Unidos era algo más que una simple idea, era el signo de los tiempos.

Cuesta creer que en Estados Unidos, hasta 1939, llegase a existir algo como la Oficina de Registro de Eugenesia.  Aunque fuese una institución de fundación privada, más tarde pasó a llamarse “Departamento de Genética del Instituto Carnegie, donde se llegó a concluir públicamente que: “aquellos que no eran aptos, mayoritariamente, procedían de entornos económicos y socialmente pobres”. Lógico, si hundes en la miseria a toda una clase social, padres e hijos, sin educación ni futuro en sus suburbios. Aparentemente, no saldrán muchos pianistas de conservatorio, con todo ya los hubo. Lo siniestro fueron las conclusiones de esta institución sobre los “socialmente pobres”: sus genes eran malos y debían evitarse. El cometido de esta institución pasó a ser recopilar información sobre la ascendencia de la población estadounidense, crear propaganda a favor del movimiento eugenésico, y promover la idea del perfeccionamiento de la raza. Iban mejorando, pero era la época.

Si solo hubieran sido los desvaríos de algunos locos, pues hasta aquí. Lo malo es que, en consecuencia, respetados eugenistas como Goddard, Davenport y otros, empezaron a ejercer presión para la aprobación de soluciones al problema de los «no aptos», en Estados Unidos. Es decir, presionaron para crear programas públicos con esta orientación selectiva. Bastante antes de que los nazis llegaran a su “solución final”, Davenport defendió la restricción de la inmigración y la esterilización como métodos.  Grant apoyaba estas medidas y animaba ir más allá, incluso considerando la idea del exterminio.

Pero no sólo científicos, médicos y filósofos estaban por aplicar la siniestra idea de seleccionar a la gente. El propio T. Roosevelt (1858-1919), ante la llegada masiva de inmigrantes y temor a los desórdenes o la delincuencia, manifiesta estar de acuerdo en la aplicación de los métodos eugenésicos. En correspondencia privada a C.B. Davenport escribió: «Concuerdo con usted, si lo que quiere decir, como supongo, es que la sociedad no tiene por qué permitir que los degenerados se reproduzcan”. En la carta, el bueno de Roosevelt asimila la eugenesia, practicada desde el Estado, con lo que el agricultor o ganadero hace al seleccionar las mejores simientes vegetales o ejemplares animales. Tal cual… Si alguien quiere ver la carta, que siga este vínculo.

Tal vez se entienda esta larga exposición sobre los orígenes de la eugenesia como una curiosidad histórica. No es así. Retroceder en el tiempo es necesario para entender que no está tan lejos de nosotros o del 2020 todo esto. La eugenesia sigue aplicándose en EEUU y el mundo, bajo supervisión científica o legislativa.  Está en el racismo institucional, en las leyes, en la sesgada interpretación de las estadísticas con prejuicios que sobrevivieron hoy, pero son de aquella época.

Todos tenemos claro que la eugenesia es una falsa filosofía, o una excusa antiética y pseudocientífica para practicar el racismo o fundamentar políticas genocidas como, por ejemplo, la esterilización no-voluntaria de ciertos colectivos sociales. Sucedió y sucede.

Las esterilizaciones forzosas de reclusos o población institucionalizada ocurrían, comúnmente, hace medio siglo en Estados Unidos. Centrándose en reclusos, enfermos mentales y pobres. Por ejemplo, se calcula que entre 1909 y 1964 cerca de 20.000 personas en California fueron esterilizadas.

Visión de Galton de la sociedad victoriana inglesa, desde el punto de vista de su valor genético y social.

 

Más recientemente, aunque estas prácticas ya estaban prohibidas desde 1979, de 2006 a 2010, otras 150 mujeres fueron esterilizadas sin su consentimiento, mientras cumplían condena en las cárceles de California.

Cobra una intensidad especial el rechazo a este tipo de prácticas, cuando siguen sucediendo en nuestros días y son realizadas en una institución pública, como en el caso del centro de detención de Ocilla (Georgia). En este centro de detención penitenciario, de propiedad y gestión privada, bajo supervisión del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de EEUU, la enfermera Dawn Wooten destapó un gran número de histerectomías efectuadas a mujeres internadas sin necesidad entre 2019 y 2020.  Eso es ahora mismo.

Según la denuncia, mediante procedimiento quirúrgico, se ligó las trompas o extrajo total o parcialmente el útero a un buen número de mujeres, mayoritariamente hispanas. Muchas ni habían sido informadas de la naturaleza de la intervención, de las alternativas, ni se ofrecía intérprete. El ginecólogo, Dr. Mahendra Amin, trataba a las reclusas procedentes del centro de detenimiento, imponiendo intervenciones radicales y esterilizantes.

El centro de detención fue clausurado tras la denuncia. El caso abarca también insuficiencias en el centro, desde el punto de vista de la gestión de la pandemia por Covid19, además de falta de higiene y condiciones insalubres para los internados o comidas en mal estado. Está por determinar si en este y otros centros similares hubo tolerancia respecto de las esterilizaciones, o si hubo delito in vigilando del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de EEUU al respecto. Hay fundadas sospechas de que los derechos humanos son conculcados sistemáticamente allí. Son una suerte de “su solución final”, maquillada para resolver el problema de los indeseables inmigrantes. En el caso de las esterilizaciones, se evitan embarazos de las retenidas/detenidas. Estas prácticas sí podrían calificarse de eugenésicas, contrarias a la ley y la ética más elemental.

La crueldad no es un hecho extraño en el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas. Bajo la Administración Trump estas actitudes han sido jaleadas y auspiciadas. Recordemos cómo se animó la creación de patrullas civiles armadas, para reforzar la frontera con Méjico. O la política de separar a los menores inmigrantes de sus padres, tras su detención como “ilegales”. Se retenía a los menores, dificultando la reunificación posterior de la familia. En general, toda política que criminaliza al migrante, por huir de la pobreza y la violencia, genera nueva violencia.

En noviembre de este mismo año un tribunal condenó a otro ginecólogo en Virginia, por docenas de histerectomías y ligaduras de trompas innecesarias e imprudentes.

Con independencia de los detalles de la trama implicada, todo apunta a que este ginecólogo convencía a sus víctimas de padecer cáncer u otras dolencias, para intervenirlas en los dos centros hospitalarios donde colaboraba, y cobrar los servicios a los seguros médicos. O bien, para “arrimar” facturación a sus dos clínicas privadas, donde además lo hacía con instrumental defectuoso. En este caso no estaríamos ante un eugenista, sino un desalmado amante del dinero.

Pero hubo antes otros casos de mujeres que fueron esterilizadas masivamente en Estados Unidos, sin su consentimiento. En la Nación Navajo, el territorio nativo americano que abarca parte de Arizona, Utah y de Nuevo México, hubo miles de víctimas esterilizadas en el programa de planificación familiar, patrocinado por el Estado.

Cuando se denunció el caso, la Oficina de Responsabilidad del Gobierno de EEUU terminó por publicar un informe en 1976. Efectivamente se llevaron a cabo unas 3.406 esterilizaciones entre 1973 y 1976. ¡En tres años! Concluyendo que no fueron ni terapéuticas, ni voluntarias. Fue más bien una “solución final” eugenésica ejecutada por el Estado.

Respecto de la eugenesia, desde la filosofía de ciertas élites académicas y económicas americanas del el siglo XX, esterilizar a la población encarcelada suponía solo un paso lógico y práctico de lo que pensaban sus abuelos. Viene de antiguo que en Estados Unidos así se hiciera, según el informe del Centro de Periodismo de Investigación (CIR) sobre la esterilización de la población reclusa.

Animo a ver un tráiler del documental sobre este tema titulado “El vientre de la bestia”, en YouTube. Estemos atentos al estreno de la película.

No se intenta aquí focalizar en Estados Unidos el problema. No es un problema de allí únicamente. No solo EEUU ejerce violencia contra la mujer reclusa, o contra la mujer en general. Es un problema mundial y rodeado de un silencio cómplice, que se ceba principalmente en las mujeres, sumándose a otros, como la prostitución, la trata de seres humanos, la ablación del clítoris, los matrimonios concertados de menores, etc.

Se han podido usar aquí los datos de EEUU, porque se conocen los hechos y hay información para discutir. En ese país una vez que algo es público queda bastante constancia documental para investigar, se adjuntan enlaces a esa documentación. Hay noticias vagas de casos parecidos por todo el Mundo, en China, en Rusia, en países de Suramérica o del Este europeo. Pero no hay datos tan fácilmente localizables. Por tanto, el problema no es de Estados Unidos, ni el lugar donde suceden los hechos relatados, sino los hechos en sí: la violencia contra la mujer, en este caso, además reclusa y/o pobre.

La violencia contra el ser humano, hombre o mujer, está enquistada en la mentalidad o el “sentido común epocal imperante” de cada lugar y momento de la Historia. Nos vamos civilizando y hay grados de violencia que son tabú y ya no se ejercen. Pero otros están en la sombra o asumidos. Los pasamos por alto o toleramos.

Por ejemplo, está asumido que las mujeres tengan peor salario a igual trabajo. O que un chico de 18 años a las doce de la noche, volviendo en metro a casa, si entra una troupe de chicas ebrias jaleando al vagón, no sienta miedo. Pero a la inversa, una chica sí siente miedo. Es un ejemplo grosero, pero ilustrador. En España, toleramos que los jóvenes entren a trabajar gratis como becarios y se tiren tiempo largo. A veces ni siquiera les compensan los gastos de transporte.

Nos hemos acostumbrado, también en España, a ver a cientos de repartidores en bici, o moto, jugándose el tipo por nuestras ciudades. Todo a cambio de unos euros al mes y cero de seguridad laboral. Eso es violencia económica aceptada. Decimos: ─”Para sus gastillos”, ─“algo tendrán que hacer…”, ─”…así aprenden el valor del dinero”. Hoy todo esto es epocal, está asumido, no cuenta. Pero tal vez el día de mañana ya no se entenderá ni verá del mismo modo. Igual que no entendemos el canibalismo hoy, o la esclavitud. Pero esterilizar a la gente porque es pobre, cumple condena, o es de una raza “inconveniente”… sigue sucediendo. ¿No nos hemos civilizado del todo aún?

Ese “epocal sentido común”, tejido de buenas costumbres aceptables, es el que aún no reacciona suficientemente ante las muchas formas de violencia que siguen existiendo. Es la sensibilidad o mirada de época, en la que vivimos inmersos que tiene ángulos muertos. Lo que hay en ellos no se ve y no se reacciona.

En el caso de los hechos descritos en este artículo, el rechazo tiene que ser generalizado y rotundo. Cuando ya nadie acepte que se esterilice a la gente contra su voluntad, bajo ninguna circunstancia o conveniencia, bajo apariencia legal o no, se hará más difícil que suceda.

Por ejemplo, ¿Qué sucedería, si una familia de nuestro bloque explotara a sus hijos visiblemente, enviándoles a pedir en el barrio y que no se ocupasen sus mayores de ellos? Se reaccionaría porque eso ya no es aceptable para nuestro sentido común de ahora. Alguien llamará a Asuntos Sociales. Se haría desde el sentido común y la solidaridad porque está ya interiorizado en 2020 lo que no debe sucederle a un niño o adolescente. Lamentablemente solo eso vale para Occidente, porque nuestra ropa barata es hija de la violencia económica ejercida en otras partes del Mundo.

En esa dirección va esta reflexión: actualizar y repasar, cada uno, nuestro sentido común y sus zonas de indolencia, para reaccionar mejor en estos tiempos que corren. Vienen circunstancias nuevas. No necesariamente catastróficas, pero sí duras. Mejor es que nos pille más vivos y humanizados, en el sentido de dar curso a la empatía y la solidaridad. Es una buena brújula atender a cómo nos deja lo que vemos y hacemos (o no hacemos). Es una buena brújula para no perderse saber cómo nos gustaría que nos tratasen si fuéramos ese niño, esa reclusa o recluso. Eso solo se consigue poniéndonos en el lugar del otro.

Se hace necesario revisar nuestras indolencias o tolerancias ante la violencia y la insolidaridad, porque hay locuras y teorías que sobreviven más de cien años. En este mundo tan cambiante dan respuestas viejas, como puede verse en el terraplanismo, o el creacionismo, el neoliberalismo, el negacionismo, y los casos de violencia eugenésica aquí narrados.  Parecen locuras extintas y no lo son.

En el caso de las terribles intervenciones en el cuerpo de estas mujeres, si nadie apartara la mirada o fingiera no saber, si reaccionáramos y denunciásemos, tanto funcionarios como vigilantes, o Juan(ita)-Común, estos atropellos serían muy improbables y, desde luego, no serían ejercidos desde el Estado o sus terceros.  Pero esto es así en todo. Donde veamos la veamos que se atenta contra alguien, no encogernos de hombros.

No es aceptable ningún tipo de violencia, contra la mujer ni contra nadie, suceda donde suceda. En nuestro bloque o a 12.000 kms de distancia. Mucho más intensa debería ser la reacción cuando estos hechos violentos suceden en instituciones que tienen a su cargo las vidas de quienes custodian, ya sean presos, discapacitados, etc.

 

Fuentes:

El coleccionista de úteros: httpss://whistleblower.org/in-the-news/fairplanet-the-uterus-collector-end-forced-sterilisation-of-inmates-and-abolish-ice/

Condenado a 465 años por histerectomías forzadas: httpss://madamenoire.com/1201702/ob-gyn-faces-465-years-in-prison-for-performing-unnecessary-hysterectomies/

Esterilización de población reclusa y/o institucionalizada: httpss://www.themarshallproject.org/2017/07/26/our-long-troubling-history-of-sterilizing-the-incarcerated

Correspondencia privada Roosevelt-Davenport: httpss://diglib.amphilsoc.org/islandora/object/letter-theodore-roosevelt-charles-b-davenport

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