Kant: Una guía para no equivocarse

Immanuel Kant fue uno de los grandes filósofos de la Ilustración. En 1785 publicó su primer libro de madurez titulado Fundamentación de la metafísica de las costumbres. Bajo ese título tan abstruso y con un lenguaje, a veces, un tanto oscuro, podemos rescatar una gran enseñanza muy adecuada para la filosofía práctica, para la vida de hoy en día.

Kant, busca construir una fundamentación moral que nos sirva para actuar rectamente frente a la oscuridad de los actos humanos, la mezcla de deseos, incoherencias y confusiones. Hasta ese momento, aquellos que se preocupaban por estos temas, los filósofos morales, teólogos o moralistas, lo hacían estableciendo consideraciones acerca de lo que es bueno o malo. Por ejemplo, no robes porque es pecado. O no perjudiques a otros porque te sentirás mal. Kant dice que una moral no puede ser impuesta desde afuera. Nadie te puede decir lo que está bien o no. Además, un valor externo siempre es contingente, puede cambiar, no es absoluto ni universal. Por tanto todas esas morales no sirven.

Para Kant, el único valor absoluto es la voluntad. Pero no cualquier voluntad sino la buena voluntad. Cualquier otra cualidad puede ser buena o mala en función de su fin. Por ejemplo, una persona puede ser inteligente y diremos que es una buena cualidad, pero puede usar su inteligencia para cometer un crimen. Entonces cambiará nuestra valoración. Esto no ocurre con la buena voluntad que es válida en sí misma porque es un valor absoluto (no puede ser mala).

Así que el principio de todo acto moral es la buena voluntad, podríamos decir “ir de buena fe”. Es importante,. Es un avance. Pero insuficiente para Kant. No podemos justificar nuestros actos por la buena fe de los mismos.

La ética de Kant es deontológica, es una ética que busca establecer el “deber” de los actos morales, lo que hay que hacer, unas reglas de comportamiento. De este modo, considera que hay tres tipos de actos: los contrarios al deber, los conforme al deber y los realizados por deber.

Los contrarios al deber son directamente inmorales y no los vamos a considerar. Los conforme al deber son interesantes pues, para Kant, no son actos morales. Pongamos un ejemplo. Yo puedo realizar un acto solidario. Ayudar a un familiar en una dificultad económica. Es un acto de buena voluntad y es conforme a deber claramente. Se tiene que ayudar a los familiares. Ahora bien. ¿Es que esa acción no puede haber sido motivada por un interés egoísta? Se preguntará Kant. No podemos saberlo. En muchas ocasiones detrás de nuestras buenas acciones hay algún tipo de cálculo. Esperamos que nos devuelvan el favor. Que nos den las gracias. O, simplemente, buscamos sentirnos bien con nuestras acciones. Entonces, si no tenemos la garantía que el acto es puro, no es moral.

Kant es un racionalista que busca un concepto “a priori”, exento de cualquier elemento empírico, que no pueda ser contaminado por la experiencia sensitiva que nunca es de fiar. Como las Ideas platónicas que son Formas, arquetipos del mundo sensitivo que no es otra cosa que sus copias. Así que el único acto moral será aquel realizado por deber.

El acto realizado por deber es independiente de las cualidades personales del individuo. Un persona puede ser fría y distante pero si se comporta siguiendo la regla moral, es decir, por deber, estará actuando moralmente. El problema está en cómo saber si, realmente, no hay algún tipo de interés en los actos ¿Cómo dilucidar si una acción es realizada por deber o conforme a deber?

Nos quedamos con la idea del hacer sin esperar nada a cambio y lo problemático que puede ser llegar a conseguirlo. Pero sigamos con Kant. Se trata de establecer una ley moral, así como las ideas de Platón, que sirva como mandato indiscutible y absoluto de comportamiento.

Aquí Kant vuelve a hilar fino y nos aclara que hay imperativos hipotéticos e imperativos categóricos. Si estoy enfermo y el doctor me prescribe un tratamiento, en principio, debo acatarlo si quiero curarme. Pero no estoy obligado. Esto sería un imperativo hipotético. A diferencia del imperativo categórico que no me da la opción de negarme, es decir, es de absoluto cumplimiento si quiero que mis acciones sean morales.

Resumiendo hasta ahora. Un acto moral es aquel que se realiza desde la buena voluntad, sin esperar nada a cambio y conforme a una ley moral (metafísica) que todavía desconocemos pero que nos obliga totalmente. Otra característica necesaria del imperativo categórico es que debe ser válido para todos los seres racionales, deber ser universal. Y, lógicamente, no puede ser impuesto, no puede venir de afuera. Ha de ser una regla que nos hagamos a nosotros mismos teniendo en cuenta que sea válida para todo ser racional. Aquí nos hace otra distinción entre  decisión autónoma (imperativo categórico) y decisión heterónoma, que es el caso de dejarnos influenciar por motivaciones, inclinaciones, opiniones, etc.

Finalmente, un acto moral es un acto libre porque depende de nuestra decisión. Podemos hacerlo o no. Nadie puede hacerlo por nosotros. Aquí, Kant, ocupado en encontrar el principio fundamentante, absoluto, y “a priori” de todo, reconoce que no puede justificar la noción de libertad pero que la debemos dar por supuesta porque es necesaria.

El imperativo categórico de Kant, esa ley universal de comportamiento moral, se formula de tres modos diferentes, que son equivalentes aunque enfaticen en distintos aspectos (la universalidad, la autonomía…):

  • «Obra sólo según una máxima tal, que puedas querer al mismo tiempo que se torne en ley universal».

  • «Obra de tal modo que trates a la humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquier otro, siempre como un fin y nunca solamente como un medio».

  • «Obra como si por medio de tus máximas fueras siempre un miembro legislador en un reino universal de los fines».

Nos recuerda bastante a esa regla de oro formulada desde hace más de tres mil años en casi todas las culturas que se sintetiza en la frase: Trata a los demás como quieres que te traten.

Hay muchos aspectos de la obra kantiana que son muy criticables y, a veces, su lectura resulta un poco difícil de digerir. Sin embargo, hemos tratado de rescatar, en este artículo, algunas reflexiones que pueden ser útiles a la filosofía práctica, que pueden ayudarnos a pensar sobre la ética de nuestras vidas en relación a nuestros amigos, familiares, compañeros… Ciertamente, la lectura de Kant inspira una gran nobleza. Nos hace sentir la grandeza del ser humano, capaz de autolegislarse y comportarse con un enorme criterio propio y, al mismo tiempo, con una gran comprensión hacia el resto de la humanidad.

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