La regla de oro: Aprende a tratar a los demás como quieres que te traten a ti
Este es un principio moral muy difundido entre diversos pueblos. Por ejemplo: en el judaísmo se dice «lo que no quieras para ti no lo hagas a tu prójimo». Los jainistas: «el hombre debe esforzarse por tratar a todas las criaturas como a él le gustaría que le tratasen». O los sikhs: «trata a los demás como tú quisieras que te trataran». Entre otros.
Se trata, pues, de una forma de ver y sentir a los demás, diferente a la que se da normalmente entre las personas. Es un principio antiguo que, todavía, tiene que hacerse realidad. En este artículo veremos cómo empezar por nosotros mismos.
El entendimiento de este principio nace de una sensibilidad donde nuestra «mirada» es diferente a la habitual. Si habitualmente no tratamos a la familia o al vecino sobre la base de este principio, ¿Cómo podemos hablar de mejorar a la sociedad y al mundo?
Trata a los demás como quieres que te traten
En ese principio de conducta, hay dos cosas importantes: el trato que uno requiere de los demás y el trato que uno está dispuesto a dar a los demás.
1.- El trato que uno requiere de los demás.
El deseo común es de recibir un trato sin violencia y de reclamar ayuda para mejorar la propia vida. Esto es válido aún entre los más grandes violentos y explotadores que piden la colaboración de otros para sus intereses injustos. El trato requerido es independiente del que se está dispuesto a dar a los demás.
2.- El trato que uno está dispuesto a dar a los demás.
Se suele tratar a los otros de forma egoísta, desde el punto de vista de uno mismo. En ocasiones utilizamos a los demás sobre la base de nuestro propio interés o pensando lo que creemos que es mejor para ellos pero no desde su punto de vista si no desde el nuestro. «Yo en tu lugar haría tal cosa» -decimos- pero el otro no soy yo ni su situación es la mía. No nos estamos poniendo en su punto de vista. A veces, nuestra solidaridad es calculada. Esperamos algo a cambio.
3.- Las excepciones.
Con referencia a los «seres queridos», se tiende a darles un trato de ayuda y cooperación. También sucede con aquellas personas extrañas con las que nos identificamos, porque la situación en que el otro se encuentra hace recordar la propia situación, o porque se especula y el otro se podría «ser de ayuda» para uno. En todos estos casos se trata de situaciones particulares donde no son iguales todos los «seres queridos y no nos referimos a todos los extraños.
Ejercicio práctico: Medita y responde estas cuestiones
Las simples palabras no fundamentan nada.
Uno desea recibir ayuda, pero ¿por qué habría de darla a otros? Palabras como «solidaridad» o «justicia» no son suficientes; se dicen falsamente, se dicen sin sentirlas. Son palabras que se suelen utilizar para obtener la colaboración de otros, pero sin darlas verdaderamente a los demás. Esto puede llevarse más allá todavía, hacia otras palabras como «amor», «bondad», que, al final, están vacías de contenido. ¿Por qué se habría de amar a alguien que no es un ser querido?
La Regla de Oro no puede convertirse en una nueva moralina hipócrita, útil para controlar el comportamiento de los otros. Cuando una «moral» sirve para controlar en lugar de ayudar, para oprimir en lugar de liberar, deberá ser superada por la necesidad de crear nuevas formas de trato entre las personas.
La Regla de Oro no impone una conducta, ofrece un ideal y un modelo a seguir, al mismo tiempo nos permite conocer nuestra propia vida.
Esta actitud tan simple, de la que puede salir una moral completa, nace del ser humano sencillo y sincero.
Proponemos estar atentos al trato de damos a los demás teniendo en cuenta si coincide con el que nosotros queremos. Observar cuando nos sentimos mal si tiene que ver o no con esta práctica.