Alerta sobre el abuso de psicofármacos en niños

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En los últimos años se ha generalizado el uso de psicofármacos en el tratamiento de comportamientos conductuales considerados “anómalos”. Los antidepresivos o ansiolíticos son socialmente utilizados, con o sin receta médica, como remedio para la depresión o la angustia existencial.

 

Por supuesto que una primera cuestión es si realmente existen esas “enfermedades psíquicas” o si por el contrario se trata de respuestas que da el psiquismo frente a situaciones fuertemente opresivas, de falta de sentido en la vida, de incoherencia…

Los humanistas somos partidarios de la segunda opción. El sufrimiento mental es una señal de que algo no se está haciendo bien con la propia vida y no es con una pastilla como se arregla el asunto sino reconociendo el problema, yendo a su raíz y dando respuestas en otra dirección.

Efectivamente, hoy por hoy, no podemos hablar de una sociedad psíquicamente sana. El incremento de psicopatologías de todo tipo se corresponde con una situación de crisis en todos los campos del quehacer humano y, particularmente, en la vida de las personas.

Todo medicamento tiene, necesariamente, efectos secundarios. En el caso de los psicofármacos éstos son especialmente delicados puesto que contienen principios activos que afectan al Sistema Nervioso Central, de manera que, una mala administración, por ejemplo, puede ser muy perjudicial o incluso letal.

El uso de psicofármacos en niños ha crecido de modo alarmante en los últimos años: El diagnóstico de niños hiperactivos e inatentos ha aumentado en un 9.000% en 7 años en Inglaterra, por ejemplo. La fabricación de anfetaminas ha pasado de 2 a 16 toneladas en 7 años y ya hay un mercado de anfetaminas en los colegios.

A finales de 2005 el Comité de la ONU sobre los Derechos del Niño expresó su inquietud por los falsos diagnósticos de hiperactividad y sugirió más investigaciones sobre los efectos de ciertos medicamentos psicotrópicos prescritos para el déficit de atención.

Este comité estimó que las prescripciones de psicotrópicos a niños se elevan a 17 millones anuales, y que ciertos psiquiatras y grupos de interés han promovido los falsos diagnósticos para lograr un mercado de más de 20.000 millones de dólares al año.

España ocupa el tercer lugar en el mundo en número de prescripciones de antidepresivos, ansiolíticos, etcétera, a la población infantil. Europa calcula que el 70% de los psicofármacos administrados no han sido previamente ensayados en niños, lo cual implica la posibilidad de efectos secundarios imprevisibles.

Se calcula que en EEUU se han producido 400 muertes inexplicables de chicos entre 2 y 19 años que tomaban psicofármacos. En muchos casos de adolescentes estadounidenses que atacaron colegios y universidades estaba el consumo de psicofármacos (o el haber dejado de tomarlos recientemente) como denominador común, curiosamente, no mencionado.

Los laboratorios farmacéuticos tienen un claro interés económico en medicalizar los problemas de la vida, y ahora ya existe un enfermo para cada fármaco. Por ejemplo, el fabricante de Prozac (Eli Lilly) hizo una importante contribución económica a la campaña de Bush y obtuvo una modificación legislativa que permitía recetarlo a menores de 16 años. En contrapartida, la FDA (que es un organismo regulador de salud estadounidense) obligó a etiquetar la caja con la advertencia de que su utilización en menores podría provocar tendencias suicidas.

Algunos países, como México, han regulado estrictamente el uso de psicofármacos en niños, otros, como Holanda, están regulando la publicidad engañosa de las farmacéuticas que comercializan estos productos.

Pero ¿Cuál es la “enfermedad” que están tratando en los niños?

Se trata del Trastorno por Déficit de Atención (TDAH) con o sin Hiperactividad. Un trastorno conductual, no demostrado científicamente, que se manifiesta en niños que tienen dificultades para concentrarse o que no pueden estarse quietos.

Se diagnostica TDAH a niños que muestran “con frecuencia e intensidad”: diispersión, falta de atención continuada, poca capacidad de esfuerzo, inquietud, irritabilidad, necesidad de ser el centro de atención, dificultad de aprendizaje (ej. matemáticas), dificultad para asumir las normas, actitud de prepotencia y desafío, falta de respeto hacia los mayores, etc.

Si en los años 80 se proclamaba que no es delito ser joven, hoy tendríamos que decir que NO ES DELITO SER NIÑOHaz click para twittear

Según la psiquiatra Eglée Iciarte, doctora de Universidad Autónoma de Madrid, el 99 % de los niños diagnosticados y tratados con anfetaminas por TDAH no están enfermos en realidad, sino que han sido víctimas de un “exceso en el diagnóstico” cometido por los psiquiatras que les trataron y por sus propios padres, que demandan la “pastilla mágica” que acabe con las molestias que pueden dar los hijos.

El “uso indiscriminado” que los psiquiatras españoles hacen de los psicofármacos en menores, es un error que nace como fruto de la “trivialización de los diagnósticos” que realizan muchos profesionales de esta especialidad por “tratar un síntoma a nivel de enfermedad”

En todo este entramado están implicados padres, educadores y psicólogos escolares, dando como resultado la sistematización y el uso institucionalizado del psicofármaco en niños problemáticos.

Desde nuestro punto de vista, lo que está sucediendo es, sencillamente, monstruoso. Los niños son víctimas de un sistema social cada vez más deshumanizado y violento que es incapaz de darles la atención y el cuidado que necesitan para poder desarrollarse como seres humanos plenos y libres.

Si en los años 80 se proclamaba que no es delito ser joven, hoy tendríamos que decir que NO ES DELITO SER NIÑO.

Efectivamente, hemos llegado a un punto en el que se les pide a los niños que sean adultos, que sean educados, responsables, serios, que no hablen, ni se rían, ni jueguen…

Los niños no sólo son el escalón más indefenso de la sociedad, sino también el más sensible. Los conflictos que ellos muestran traducen con precisión la violencia, la contradicción y la enfermedad social que les rodea, que nos rodea. Tapar con psicofármacos sus “síntomas” sin reflexionar sobre la violencia familiar, la frustración continua de una sociedad que pierde el espíritu corriendo tras el dinero es de ciegos.

Cerrar los ojos ante los modelos violentos que llenan nuestro mundo mientras pretendemos acallar el grito infantil con píldoras es de locos. Dejar que siga degradándose la educación perdiendo los profesores la esperanza de modelar nuevas generaciones sembrando en los niños lo mejor del alma humana, mientras multinacionales del medicamento abren mercado en las aulas es dejar el camino abierto al absurdo y a la violencia.

Los niños son víctimas de un sistema social cada vez más deshumanizado y violento que es incapaz de darles la atención y el cuidado que necesitan para poder desarrollarse como seres humanos plenos y libres.Haz click para twittear

Es necesario y urgente reflexionar y, además, tomar medidas.

Los niños no son un colectivo de enfermos potenciales sino una parte de nosotros mismos como conjunto humano. La infancia reclama atención y una mirada humana y nos plantea la necesidad evidente de dar coherencia a nuestras vidas y a la sociedad.

  • Reclamamos mecanismos de control para evitar la sistematización de los tratamientos con psicofármacos en niños y adolescentes.
  • Exigimos vigilancia exhaustiva de las tácticas de la industria farmacéutica para abrirse mercado y expandir su red de traficantes institucionalizados.
  • Alentamos un amplio debate público sobre este conflicto implicando no sólo a profesionales de la salud o la educación sino a padres, organizaciones sociales y políticas, etcétera, sacándolo del ocultamiento interesado en que ha sido mantenido, de modo que las reflexiones que deriven de él aclaren los caminos de cambio que necesitamos recorrer.
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