No es la primera vez, ni será la última, que la palabra realidad aparece asociada al arte. Como es sabido, la realidad no solamente ha sido casi siempre el tema central de la estética, sino que muchos pensadores la ven como “el problema filosófico por excelencia”.
Por Antoni Tàpies (extracto)
Pero también se sabe que son muchas las ideas y tendencias, con frecuencia creídas antagónicas, a que se ha de recurrir para delimitar los conceptos de realidad y de realismo. En ello han estado siempre involucradas tanto las filosofías del ser como las de la posibilidad de ser, tanto las referentes a la esencia como a la existencia, a la actualidad y a lo que trasciende la experiencia, a la verdad y a la oportunidad…, y tal vez a algunos todavía les costaría ponerse de acuerdo para sacarle todo el intríngulis.
En lo que hoy casi todo el mundo estaría de acuerdo es en decirnos qué no es la realidad: aquel “realismo ingenuo” o “naturalismo” que tenía la pretensión de que el conocimiento es como la reproducción objetiva, exacta o fotográfica de las cosas. Y sabemos que en los tiempos modernos se ha abierto un camino llamado “realismo científico” o “crítico” que, como explica Ferrater Mora, se ha de calificar de “realismo moderado” y, como tal, aproximarlo al que también se puede llamar “idealismo moderado”, lo cual entre otras consideraciones nos hace ver que la solución a la célebre controversia gnoseológica idealismo-realismo quizá ha de encontrase más allá de estos dos conceptos.
Lo que hoy parece que se tendría que deducir, pues, de la mayor parte de las filosofías, coincidiendo así con viejas sabidurías, es que el conocimiento de la realidad, o del ser o de la vida…, es inseparable de un modo de ser y hasta podríamos asegurar de la voluntad de perfeccionarlo. Conocimiento por una parte, y acción sobre las cosas y los acontecimientos por otra, con vistas a su mejora o a lo que quizá sea su cumplimiento más auténtico. El verdadero realismo sería pues una especie de “positivismo total”(o quien sabe si un “materialismo total”) en el cual están imbricados y son igualmente operantes tanto los conocimentos de los hechos coml las ideas o ideales que proyectamos sobre ellos.
El conocimiento de la realidad, o del ser o de la vida..., es inseparable de un modo de ser y hasta podríamos asegurar de la voluntad de perfeccionarlo.Haz click para twittearSon temas o “virtudes” que tienen siglos: la exigencia de lucidez no ha encontrado nunca sentido sino en la organización de la realidad, la fe sería vana sin la caridad, la teoría imposible sin la práctica. Y todo ello movido por los vientos de la esperanza en una humanidad mejor, por los ideales de construir un mundo siempre en progresivo perfeccionamiento, siempre más bello.
Es el detenernos y el realizar, el Sampatti y el Prajna de los orientales, lo que precísamente es tenido por “los poderes esenciales de la Sabiduría”. Así dice el Sutra: los que sólo practican la bondad y no aprenden la sabiduría han de ser contados entre los ignorantes, con todos los males a que puede conducir la ignorancia. Los que sólo buscan la sabiduría y no aprenden la bondad y la compasión han de ser contados entre os desequilibrados.
Extracto de un artículo de Tàpies publicado el 31 de octubre de 1976 en el periódico Avui incluido en el libro: La Realidad como Arte. Por un arte moderno y progresista
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