¡Qué difícil es pensar con claridad en estos tiempos que vivimos! Parece que estamos imposibilitados para ver las cosas desde diferentes puntos de vista. El diálogo ha desaparecido. Cuando conversamos con el otro no lo escuchamos sino que estamos más pendientes de nuestro propio argumento. Es decir, lo convertimos en un mecanismo de autoafirmación.
En estas circunstancias, esperar que se comprendan ideas sencillas, esperar que alguien se ponga en el punto de vista del otro motivado por converger en la diversidad, por construir un argumento común, es una quimera. Se podría decir que hay un estado de “alteración” generalizado. Alterarse es estar “fuera de sí”, sin filtro para discernir los estímulos que penetran en la conciencia. No es nada grave. Es el peculiar momento histórico que vivimos, por otro lado, repetido en otras ocasiones de la historia aunque ahora se den algunos factores diferenciados.
¿cómo vamos a generar un pensamiento global, amplio, que de una respuesta clara y sencilla a los problemas comunes?Haz click para twittearReconocerse “alterado” es prácticamente imposible. Seguramente todos pensamos que estamos muy “centrados”, que no nos dejamos manipular, que sabemos lo que queremos. En definitiva, vivimos en el mundo de la superinformación. Pateas una piedra y salen veinte especialistas en todo. Siguiendo el modelo de los tertulianos televisivos, youtubers, famosillos, etc. Todos somos epidemiólogos, politólogos, químicos, nutricionistas…. que afirmamos nuestras ideas con la convicción propia del entendido.
De esta manera, nos encontramos con que la capacidad de pensar está muy parcializada. Si todos estamos enfrascados en nuestro punto de vista (no elaborado por nosotros mismos) e imposibilitados para un diálogo creativo ¿cómo vamos a generar un pensamiento global, amplio, que de una respuesta clara y sencilla a los problemas comunes?
Algo que cabría constatar es la perversidad del sistema mental que vivimos. Que el mundo es perverso es algo en lo que la mayoría seguramente coincidimos. Ahora bien, entender el mecanismo profundo de la perversidad del sistema se antoja más complicado pues se fundamenta en el estado general de alteración en que vivimos, que no estamos dispuestos a reconocer, y que nos impide ponernos de acuerdo, establecer un diálogo constructivo.
Este estado de alteración acontece en todos los ámbitos. Desde el presidente de la nación más poderosa del mundo hasta el último pedigüeño de la población más humilde. Por supuesto incluye a filósofos, intelectuales, científicos, especialistas… y al conjunto del pueblo llano. Eso no significa que no haya muchísima gente lúcida, despierta, “ensimismada”, es decir, “dentro de sí” en contraposición al alterado que está “fuera de sí”. Pero afirmamos que ellos no son los referentes, no son los “influencers” del mundo actual y que sería de interés aprender a identificarlos.
Toda idea, toda propuesta de cambio, todo análisis sustancial puede ser tergiversado gracias a la fragmentación social producida por un sistema de organización social cuyo valor y fundamento vital es el dineroHaz click para twittearEntonces, ¿cómo funciona la perversidad del sistema? Como vulgarmente se dice “barriendo para casa”. Toda idea, toda propuesta de cambio, todo análisis sustancial puede ser tergiversado gracias a la fragmentación social producida por un sistema de organización social cuyo valor y fundamento vital es el dinero. La fragmentación social deriva en el individualismo egoísta y la nula empatía propiciada por el estado de alteración mencionado más arriba.
¿Cuál es la idea central del sistema actual? El rédito económico. Nos han hecho creer que el mundo es un gran mercado “libre” que ofrece “oportunidades de negocio” que se deben aprovechar para que la humanidad progrese. De este modo, podemos denunciar que las farmacéuticas hagan fortuna con la vacuna del coronavirus pero, en el fondo, entendemos que aprovechen su oportunidad de negocio e incluso que “hayan provocado el problema para beneficiarse”.
Vamos a poner un par de ejemplos actuales de la perversidad del sistema. El primero es el del cambio de modelo energético hacia las energías renovables. Es una cuestión de primer orden para tratar de revertir el cambio climático y la sostenibilidad del planeta. Se han puesto de moda los vehículos eléctricos no contaminantes (“una necesidad que el mercado debe satisfacer”) y la tecnología los desarrolla rápidamente porque generan una alta rentabilidad.
El problema es que, desde la motivación económica, se desarrolla un modelo basado en baterías de litio, un mineral altamente contaminante y relativamente escaso. Así, se empieza a trasladar la antigua “guerra del petróleo” a la nueva “guerra del litio” cuyos daños colaterales incluyen el golpe de estado a Bolivia instado por Estados Unidos para que no se lo vendiese a China y la futura creación de minas en países como México, Chile o Argentina que generarán grandes beneficios económicos (¿para quién?) pero también enormes daños medioambientales.
El segundo ejemplo todavía nos resulta más relevante pues es una propuesta que defendemos en este Portal. Se trata de la Renta Básica Universal e Incondicional. Esta propuesta está menos integrada en la conciencia social que el cuidado del medioambiente pero, en los últimos años está aumentando su aceptación. Pues bien, ya hay sectores del poder económico que la han incorporado y la defienden ¿Y cómo es la versión perversa de un ingreso básico para todos los ciudadanos del planeta?
Cualquier propuesta, que no cuestione de fondo al sistema, siempre será una idea susceptible de ser tergiversada convirtiendo lo digno en banal, lo bien intencionado en inmoral.Haz click para twittearAlgunos adalides economistas defienden que el sector financiero revierta una cantidad a todos los habitantes del planeta que garantice su subsistencia mínima. Ahora bien, la contrapartida es el desmantelamiento de todos los servicios públicos y de administración salvo los relativos a la seguridad. Se trataría de la realización final del liberalismo que atribuye todo progreso a la iniciativa privada. Tendremos un mínimo garantizado y, a partir de ahí, todo lo que obtengamos dependerá de nuestro propio “mérito”. Tendrás la atención médica que puedas pagar. La educación que puedas pagar. La justicia que puedas pagar…
La perversidad del sistema se sirve de nuestra incapacidad de comprender la verdadera raíz de los problemas. Cualquier propuesta, que no cuestione de fondo al sistema, siempre será una idea susceptible de ser tergiversada convirtiendo lo digno en banal, lo bien intencionado en inmoral. Es evidente que, puestos en situación, las circunstancias suelen condicionar nuestras posibilidades de acción pero no deberían desviar la dirección de nuestros planteamientos.
Para escribir este artículo nos hemos inspirado en dos conceptos del raciovitalismo. Uno es el concepto de “alteración” como contrapartida de “ensimismamiento”. Para saber más recomendamos la lectura de El hombre y la gente que contiene la doctrina sociológica de Ortega. El otro concepto es el de “la barbarie de la especialización” que se puede ampliar en La rebelión de las masas.
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