Historia molar vs historia molecular

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la historia es un sistema -el sistema de las experiencias humanas, que forman una cadena inexorable y única. De aquí que nada pueda estar verdaderamente claro en la historia mientras no está toda ella clara […] Cualquier término histórico, para ser preciso, necesita ser fijado en función de toda la historia […] La historia es ciencia sistemática de la realidad radical que es mi vida. Es, pues, ciencia del más rigoroso presente. (Ortega, Historia como sistema)

En 1989 Fukuyama declaraba triunfalmente el “Fin de la Historia” que era continuación del anunciado “Fin de las ideologías” de Bell de la década de los sesenta. Tras el derrumbe del “sistema socialista”, los postulados de la democracia liberal y del libre mercado acabarían imponiéndose en un “Nuevo Orden Mundial” de libertad y justicia para todos. Sin embargo, la lectura detenida del ensayo de Fukuyama también dejaba entrever la nostalgia por la pérdida de la Historia: el Occidente victorioso corría el peligro de extraviar su identidad forjada a contrapelo de la desaparecida ideología comunista. Muy pronto, los acontecimientos rebajarían los humos a muchos. El crecimiento de la conflictividad, la Guerra de Irak, los ataques del 11S entre otros muchos factores reflejaban un mundo cada vez más convulso y fragmentado, muy lejos de la estabilidad y del progreso prometidos. A la tesis del “Nuevo Orden Mundial”, eufemismo del intento de conformación de un nuevo Imperio bajo la tutela de USA, acabó imponiéndose la menos optimista tesis del “choque de las culturas” que abre las puertas a una cierta continuidad de la historia, ahora, en el marco del conflicto entre etnias, culturas y religiones. La nueva perspectiva, al menos otorgaba cierta categoría ontológica a pueblos que no tenían por qué aceptar, alegremente, la premisa neoliberal del libre mercado, la democracia liberal y el progreso tecnológico como portadores inmanentes de unos principios propios y valores de cuño occidental proyectados universalmente.

Es una ingenuidad pensar que la Historia pueda acabarse (más allá de un eventual final de nuestra especie) porque todo devenir histórico siempre es un hecho actual y presente en tanto que proviene de un momento anterior y siempre se dirige hacia algún lugar, es decir, tiene una dirección, un sentido a futuro. Retorciendo términos deleuzianos, podríamos, por caso, contraponer dos maneras diferentes de interpretar la historia: Una concebiría una “historicidad molar” y la otra, una “historicidad molecular”. La historia molar sería la del Sentido fuerte. Se trata de una visión de la historia que se podría rastrear, por ejemplo, en el gnosticismo cristiano (al comienzo de esa religión) que propugnaba un enfrentamiento entre el Bien y el Mal con un triunfo definitivo del Bien. Es, por tanto, una historia lineal y predeterminada donde todo lo que pasa tiene un sentido motivado por una Intención que, en el caso de Hegel culmina con el advenimiento de la Razón como ser Absoluto y Fin de la Historia. Fukuyama estaría en esta línea.

La historia molecular sería la del Sentido débil. Se trata de una historia multilineal y circunstancial que surge, en buena medida, como crítica a la totalizadora mirada molar. Esta visión de la historia aparece a partir del siglo XX remitiéndose a una interdisciplinariedad que se preocupa de las coyunturas, de lo que acontece en la vida cotidiana, de los hechos históricos que no se amoldan, de ninguna manera, a la visión preconcebida de la historia molar.

El problema es que la historicidad molar intuye un sentido, una visión global y unitaria de la historia humana pero está tan desacoplada de la “cadena inexorable de la experiencia humana” que resulta absolutamente abstrusa y arbitraria. Por otro lado, la historicidad molecular se pierde en la hetereogeneidad de la experiencia humana haciendo muy complicado cualquier comprensión no coyuntural del fenómeno histórico. Se trataría, entonces, de encontrar un punto intermedio que entienda la historia como sistema que se va auto-construyendo como biografía de la humanidad, con toda su diversidad pero también con todos sus elementos de convergencia. Desde ya, hay quienes suponen que la vida no tiene ningún sentido y lo que pasa es poco más que una concatenación de acontecimiento azarosos que se explican por sí mismos. Sin embargo, muchos historiadores, sobre todo de las nuevas generaciones, hacen un loable esfuerzo por hacer comprensible la Historia más allá de la pormenorizada descripción y de la ubicación de los hechos.

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