Este salón es en su totalidad presente en la percepción que de él tenemos. Parece -al menos en nuestra visión- algo completo y suficiente. Se compone de lo que en él vemos y nada más. Al menos, si analizamos lo que al verlo hay en nuestra percepción, parece no haber más que sus colores, sus luces, su forma, su espacio y no necesitar de más. Pero si, al abandonarlo dentro de un instante, halláramos que en la puerta terminba el mundo, que más allá de este salon no había nada, ni siquiera espacio vacío, nuestra mente sufriría un choc de sorpresa.
¿Por qué, si en nuestra mente no había antes más que lo que veíamos del salón, nos causa sorpresa, sin necesidad de ninguna reflexión, que no haya en derredor de él casa y calle, y ciudad, y tierra, y atmósfera, etc., etc.?
Por lo visto en nuestra percepción, junto con la presencia inmediata de su interior, de lo que vemos, había, bien que en forma latente, todo un vago fondo que, si faltase, lo echaríamos de menos. Es decir, que este salón no era ni aún en la simple percepción algo completo, sino sólo primer plano que se destaca sobre un fondo vago con el que contamos tácitamente, que ya existía para nosotros, bien que como oculto y adjunto, envolviendo lo que, de hecho, vemos.
Este fondo vago y envovente no está presente ahora, pero está ahora compresente. Y, en efecto, siempre que vemos algo este algo se presenta sobre un fondo latente, oscuro, enorme, de contornos indefinidos que es -simplemente- el mundo, el mundo del que forma parte, de que es sólo pedazo. Lo que en cada caso vemos es sólo el promontorio visible que hacía nosotros adelanta el resto latente del mundo. Y así podemos elevar a ley general esta observación y decir: presente algo, está siempre compresente el mundo.
Y lo mismo acontece si nos fijamos en nuestra realidad íntima, en lo psíquico. Lo que en cada instante vemos de nuestro interior es sólo un pequeño trozo: estas ideas que ahora pensamos, este dolor que sufrimos, esta imagencilla que se pinta en nuestro escenario íntimo, esta emoción que ahora sentimos; este pobre montoncillo de cosas que ahora vemos de nosotros es sólo lo que en cada caso se adelanta a nuestra mirada vuelta hacía adentro, es sólo como el hombro de nuestro yo completo y efectivo, el cual queda al fondo como una gran cuenca o serranía de que en cada instante vemos sólo el rincón de un paisaje.
Pues bien, el mundo -en el sentido que ahora damos a la palabra- es sólo el conjunto de las cosas que podemos ir viendo unas tras otras. Las que ahora no vemos sirven de fondo a las que vemos, pero luego serán aquellas las que tengamos delante, inmediatas, patentes, dadas. Y si cada una es sólo fragmento y el mundo es no más que su colección o montón, quiere decirse que, a su vez, el mundo entero, el conjunto de lo que nos es dado y que por sernos dado podemos llamarlo «nuestro mundo», será también un fragmento enorme, colosal, pero fragmento y nada más. El mundo no se explica tampoco a sí mismo: al contrario, cuando nos encontramos teóricamente ante él nos es dado sólo… un problema.
Ortega y Gasset. Extracto de ¿Qué es filosofía?
Deja una respuesta