El hombre y la gente

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Intentando evitar en lo posible la repetición de ideas expuestas en otros textos de la biblioteca virtual hemos incluido los siguientes capítulos del libro «El hombre y la gente»: «III. Estructura de nuestro mundo»; «XI. El decir de la gente: la lengua. Hacia una nueva lingüística»; «XII. El decir de la gente: las opiniones públicas, las vigencias sociales. El poder público»

En «Estructura de nuestro mundo», tras constatar la importancia de averiguar qué es la sociedad —algo en lo que nos va la vida, el futuro—, Ortega nos resume el punto de partida desde el cual se debe afrontar todo fenómeno humano: la realidad radical y concreta que es la existencia humana. Nuestra vida —que es personal y vivida única y exclusivamente por cada uno— se caracteriza por estar siempre y en todo momento en una determinada circunstancia o contorno en el que tenemos que vivir. Ahora bien, ¿cómo es nuestra relación con el conjunto de cosas que nos encontramos en ese contorno o mundo externo? Ortega salta por encima de la dialéctica entre el idealismo y el realismo y nos aproxima a una visión fenomenológica donde la «cosa» se nos hace presente en cuanto tiene que ver con nosotros (como objeto de nuestra intencionalidad; problema, facilidad para lo que estamos haciendo o lo que nos pasa). Ahora bien, nada es percibido enteramente sino que siempre tenemos una perspectiva distinta (la de cada uno). En el ejemplo de la manzana; por muchas vueltas que demos entorno, siempre habrá una cara que se nos oculta. Esto nos lleva al concepto de copresencia. No vemos la mitad de la manzana pero contamos con ella. La perspectiva no nos viene dada por lo que perciben nuestros sentidos. Propiamente dicho, percibimos colores, olores, sensaciones, etc. Pero, cuando hablamos de una «cosa» mencionamos una estructura que implica, como mínimo, una perspectiva en la que una parte de la misma nos es copresente (así como la relación intencional del objeto con nosotros mismos).

Nada es percibido enteramente sino que siempre tenemos una perspectiva distintaHaz click para twittear

Esta noción de «copresencia» aplicada a nuestra percepción de la realidad diferencia entre lo que vemos en la «actualidad», en este preciso momento, y lo que nos es «habitual», lo que sabemos que existe pero no nos es presente, es decir, aquello con lo que contamos de forma copresente: «El mundo vital se compone de unas pocas cosas en el momento presentes e innumerables cosas en el momento latentes, ocultas, que no están a la vista pero sabemos o creemos saber (…) que podríamos verlas, que podríamos tenerlas en presencia» Esta sería una primera ley sobre la estructura de nuestro mundo o contorno. Una segunda ley estructural agregaría que las cosas se nos presentan destacando sobre otras a las que no prestamos atención y que forman un fondo u horizonte. De esta forma, la estructura de nuestro mundo nos presenta tres planos: «en primer término la cosa que nos ocupa, en segundo el horizonte a la vista dentro del cual aparece, y en tercer término el más allá latente “ahora”» (lo que nos es copresente)En el caso del contorno social que es la sociedad, éste también actúa en nosotros de forma copresente, imponiéndonos usos, costumbres, creencias, el lenguaje mismo, que no hemos elegido y de los cuales nos hemos de hacer cuestión.

En los dos siguientes capítulos se nos explica que la lengua es un uso social —algo que está constantemente haciéndose—, y como tal, algo de lo que no solemos hacernos cuestión cuando lo utilizamos (salvo cuando reflexionamos sobre el mismo en la etimología). Así, por ejemplo, para expresar un sentimiento usamos la palabra «amor» pero no nos plantemos por qué decimos «amor» y no otra palabra. Podríamos inventar un término nuevo para expresar el «amor» pero entonces, resultaría que no seríamos entendidos por los demás. Es, por lo tanto, el lenguaje, un uso, y como tal, algo que nos viene dado y, de alguna manera se nos impone.

El habla surge de la necesidad de expresar algo, de manifestar la intimidad, del «tener qué decir»: «No existirían las lenguas si el Hombre no fuese constitutivamente el Dicente, esto es, el que tiene cosas que decir; por tanto, postulo una nueva disciplina básica de todas las demás que integran la lingüística y que llamo Teoría del decir»

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