En artículos anteriores hemos ido analizando un desarrollo histórico, entre cuyas derivas incluíamos una suerte de ampliación de la subjetividad personal que describíamos como un «desplazamiento o interiorización del yo». Este fenómeno de «individuación» creciente iniciado en la Grecia arcaica, desde la perspectiva del pensamiento estático, resultaba cada vez más problemático o más conflictivo en la medida que la mirada dualista conformaba posturas encontradas entre lo interno y lo externo, la teoría y la práctica, el ser y el deber-ser, la ética y la estética…
El paulatino aumento de tensión, decíamos, alcanzó un punto de ruptura más o menos definitiva en el Renacimiento histórico.
Desde una perspectiva muy amplia, esta época supone el paso de un viejo paradigma (mimético) que giraba en torno a una moral de principios de índole comunitaria a el nuevo paradigma (poiético) que girará en torno a una moral de la libertad de índole individual. En el final del Renacimiento se consuma el divorcio entre la ética y la estética, entre las ideas y los valores, entre lo personal y lo social… preparando las condiciones para el desarrollo de la sociedad actual.
Frente a la mirada estática hemos ido proponiendo un pensamiento relacional que interprete esa polarización tensional en términos dinámicos, es decir, observando las relaciones entre las cosas, la estructura sujeto-objeto, «desde adentro». Todo esto venía a decir que la realidad puede verse desde muchos puntos de vista y que cada mirada es una interpretación de «lo real efectivo» que no debe confundirse con «lo real efectivo» en sentido unívoco de causa-efecto.
Por el contrario, desde el punto de vista relacional, la estructura de la realidad es plurimorfa y multidireccional, o sea: lo real constituye un juego de tensiones, de acoplamientos y desacoplamientos, decíamos, entre aquellos elementos que tienden a ser cohesionantes, que llamábamos Repertoriales, frente a los que tienden a ser disgregadores, o Disposicionales. En consecuencia, se podrían articular diferentes «modos de relación» atendiendo, por ejemplo, a los factores aglutinadores o de tensión centrípeta distinguiendo aquello que es necesario o imprescindible para que un fenómeno se dé, de lo que es contingente, o lo que es lo mismo, de lo que no aporta gran cosa o incluso resulta redundante. Y claro, en términos dinámicos, un elemento necesario, como podría ser una creencia incontestable, se va desgastando por su propio proceso y acaba por devenir en una contingencia que será reemplazada por otra creencia de superior encaje. De la misma manera, entre los factores de tensión centrífuga o elementos más erísticos (los que cuestionan, crean novedades…) podríamos articular distintos «modos de relación» en una dinámica que iría de lo que es posible a lo que es imposible o a la inversa.
Pensemos, por ejemplo, en la Renta Básica Universal e Incondicional (RBUI). Estaríamos hablando de una propuesta que cuestiona el sistema y que, hoy por hoy, se encontraría en el «modo de lo imposible». Es decir, es una disposición que obtiene escaso acoplamiento en el mundo. Sin embargo, cada vez más gente adhiere a esta idea y la sociedad va evolucionando. Observado en forma dinámica podría acontecer que, en algún momento, la RBUI se plasmará como realidad efectiva y deviniera algo de lo que, en más, no pudiéramos prescindir. Lo que habría ocurrido es que una disposicionalidad en «modo» de imposibilidad habría derivado a un «modo de relación» de lo posible acabando convertida en un hecho necesario, o dicho en estos palabros raros que estamos usando: en una repertoriedad básica. Claramonte muestra este gráfico (que no podemos desarrollar ahora) para ilustrar todo ésto:

Continuando con nuestra narración inspirada en este juego de relaciones (de ruptura de dicotomías), concluimos que el Renacimiento es un momento histórico de tránsito en el que confluyen diversas culturas merced al substrato cognitivo griego que cumple la función de anidarlas dando lugar a un proyecto racionalista que ensalzará la dignidad y la creatividad humana frente a la visión oscurantista del medioevo. Aunque el programa cultural renacentista fracasó, por la debilidad de su planteamiento, sentó las bases de la Edad Moderna que traerá enormes cambios económicos, políticos y socioculturales en una sucesión de revoluciones en las que ese ideal humanista continuará perviviendo latentemente para ejercer de contrapeso a la depredadora ideología mercantilista triunfante.
En La república de los fines, Claramonte describe el recorrido de la autonomía de la razón emergente en el Renacimiento y consolidada en la autonomía ilustrada. La autonomía ilustrada ya viene desacoplada del Renacimiento y si, por un lado, conjura los parámetros de una sociedad noble, bondadosa y virtuosa, por el otro, estos valores quedan supeditados al utilitarismo reinante.
… podemos ver cómo se plantean los elementos básicos de una sociedad liberada, de una república de los fines, y cómo al mismo tiempo se priva a esos elementos de cualquier cosa que se parezca a semejante sociedad (Claramonte, 2010)
En todo caso, la autonomía [de la razón] ilustrada, como culminación de un momento clásico (el siglo XVIII) es una autonomía claramente repertorial frente a la autonomía moderna que entra de pleno en la decadencia y tiene un carácter mayormente disposicional. En esta situación la razón se encuentra atrapada en sus propios límites con dificultad para implementar nuevos repertorios (coherentes). El logos objetivado (vuelto hacia sí) a causa de la desacerbada y desacoplada apate había dado lugar a un pensamiento racionalista y positivista (ahistórico) altamente seguro de su omnipotencia que pronto se verá avocado al fracaso de su desmesurada expectación (recordemos el término «desilusión» aplicado por Ortega a las épocas en que lo clásico se agota, decae). Para Sergio Givone, en el romanticismo se consuma el «punto sin retorno de la modernidad» que separa el «reino de la ilusión y la apariencia» de «el reino de la verdad», de una verdad que será disputada y auto-vindicada por el arte, la ciencia, la filosofía, las ciencias sociales, la ideología… «de ahí la idea de que el logro más radical del romanticismo estaría expresado por la fórmula nietzschiana: ‘El mundo se ha transformado en fábula'». Algo que no es necesariamente negativo, como defiende Givone, puesto que abre las puertas a nuevas actitudes disposionales, por más que queden diluidas en el mar de ambigüedades y contradicciones de lo social.
Las filosofías de la sospecha del siglo XIX golpearán en la línea de flotación de este pensamiento positivista (realista) pasado de rosca retomando la problemática de la interioridad del ser humano. Marx denunciará la alienación del hombre que no puede constituirse plenamente en unas relaciones sociales en manos de un capital cosificador que controla y se apropia de los medios de producción. Freud penetrará en la psique humana para mostrar que está conformada por pulsiones y condicionamientos sexuales, familiares y sociales que la dominan enteramente. Nietszche anunciará la «muerte de Dios», la pérdida de fundamento ético de la sociedad y la necesidad de un nuevo tipo de hombre que debe encontrar su genealogía moral, precisamente, en el individuo griego arcaico, para, de este modo, asumir la importancia de conectar la ética con la estética.
Por otro lado, Dilthey reclamará un estatus propio para las ciencias del espíritu, las ciencias sociales, a la sazón, totalmente sometidas a la metodología positivista reavivando la antigua pugna de una filosofía sometida que anhela libertarse y asumir su propia dinámica en todos los campos. En ese sentido, Husserl le dará una vuelta al «sujeto trascendental» de Kant, como conocimiento a priori, poniéndolo en el mundo de la vida, lebenswelt. Por ahí continuarán Heidegger y Ortega que enfocarán una concepción del ser humano situado, un ser humano viviente y concreto que constituye y se constituye en relación con el mundo en que vive.
La dimensión espiritual
A principios del siglo XX observamos una clara fractura entre el pensamiento positivista que, ideológicamente, responde a la necesidad de «legitimar» la primacía del varón blanco, burgués, occidental con su particular metodología neocolonialista, mercantilista y violenta frente a un pensamiento crítico de ruptura que reivindica la interioridad del ser humano, su carácter no determinado. Es el caso de las Vanguardias de las que Givone afirma con palabras de Ernst Bloch: «Buscamos al artista que nos haga encontrarnos con nosotros mismos. Su mirada más nueva transforma de manera irreconocible y pasa como un ciclón a través del mundo dado. […] Esto deben tenerlo presente quienes ante un cuadro expresionista se preguntan qué representa» y un poco más adelante cita otro párrafo de El espíritu de la utopía:
De este modo las cosas habitan en su propia casa, en su interioridad, y si el mundo visible parece que se destruye, que se vacía de su propia alma; al mismo tiempo eso tiene lugar en una dimensión no categorial donde las resonancias de lo invisible se transforman en pintura: superficies evanescentes, excrecencias, un hacerse selva, un fluir y volver a fluir de la cosa en la selva de cristal del yo, creadora y profundísima explosión, pan-subjetivismo en la cosa, detrás de ella, como cosa misma donde el objeto más exterior desaparece para volver como uno de los quinientos reyes de Cantón al templo del dios olvidado
En las poéticas de vanguardia, siguiendo las descripciones de Bloch, se recurre a la tradición esotérica y teosófica en un marco que trata de sintetizar el cuerpo de la mística oriental y occidental. En El principio esperanza, Bloch confronta al socialismo científico (positivista) un socialismo utópico a partir de una lectura romántica del marxismo-hegeliano. Lukács considera las vanguardias expresión extrema del «irracionalismo burgués» y retoma la senda diltheyana (de dar estatuto a las ciencias sociales) para esclarecer sobre la importancia ontológica del arte que está ligado a una verdad profunda. Para Lukács «el arte verdadero siempre representa la totalidad de la vida humana» como una singularidad que encuentra su expresión en una universalidad sin perder su propia concreción. Esa universalidad que se dinamiza en lo singular permite hablar de tendencias, de procesos históricos, valores constitutivos, etc. Dewey también enfrenta la alienación de la experiencia que promueve la sociedad tecnificada promoviendo el arte como experiencia cumplida: «El arte es la prueba viviente y concreta de que el hombre es capaz de restablecer conscientemente, por tanto racionalmente, la unidad de sentimiento, de deseo, de impulso y de acción característica de la criatura viva» (Givone, 1999)
Nos encontramos en un momento del ciclo histórico que Ortega define como «pre-religioso» en el que el tono de lo espiritual y el pensamiento mágico-fetichista tiñe la mirada desconcertada ante lo espectacular de los acontecimientos impensables para los racionalistas ingenuos. Ya Comte había creado el catecismo positivista que todavía conserva templos y practicantes en Brasil. En 1875 se crea la Sociedad Teosófica como movimiento religioso ecléctico que trata de aunar las grandes religiones del mundo. Un poco antes se habían celebrado las primeras sesiones espiritistas de una religión de lo paranormal, el espiritismo. El 1888 se crea la Hermetic Order of the Golden Dawn, orden secreta que da lugar al despertar del esoterismo. Y así, alrededor de una treintena de nuevas formas espirituales surgen entre 1830 y 1955 según la cronología de Elijah Siegler.
Esta dimensión espiritual tiene también su contrapartida negativa en forma de una oscura poética de la muerte que alcanzará su máxima expresión en el movimiento fascista del que surgirán personajes estrafalarios como Hitler o Mussolini nimbados de una aureola mística para su masa de seguidores. Este culto de la muerte y la destrucción, al que se apuntaron todas las potencias mundiales, tendrá nefastas consecuencias para la humanidad con millones de muertos entre las guerras mundiales, los holocaustos nazi y nuclear, más los genocidios armenio y al pueblo gitano entre otros. Se consuma, de esta guisa, el fracaso de los ideales del racionalismo, en su versión positivista y en su versión humanista pero, a la vez, se ponen sobre el tapete las condiciones para la emergencia de una nueva sensibilidad expresada en lo espiritual, lo cultural y lo social en la forma de una nueva imagen del ser humano.
La transdisciplinariedad de la Bauhaus
Piaget es el primero en usar el término «transdisciplinario» en 1970 para superar el concepto de lo «interdisciplinario» en un orden superior que trate de ubicar las diversas disciplinas en un sistema total sin fronteras que reconozca la multiplicidad de niveles de la realidad dentro de una lógica de lo real aparentemente inestable y compleja. Este concepto va de la mano de lo que hoy se conoce como «transversalidad» que trata de establecer complejos relacionales que se enfocan en las estructuras comunes que permiten aunar acciones y converger en la diversidad atravesando dialécticas contradictorias.
En un contexto aparentemente poco propicio para el pensamiento espiritual, tras la derrota alemana en la primera guerra mundial (que generó un clima de humillación y revanchismo propicio al ascenso del fascismo) surge la escuela de la Bauhaus en la república de Weimar en 1918.
Vamos a considerar muy brevemente el momento inicial de este proyecto dirigido por Walter Gropius. Nos ceñimos estrictamente a este punto como ejemplo concreto de manifestación de una precursora nueva espiritualidad que, obviamente, no tenía ningún recorrido pero que seguramente tuvo mucho que ver con la producción de esta escuela y su enorme influencia en el mundo del arte, el diseño y la arquitectura. Seguiremos el trabajo del profesor Mauleón Rodríguez que considera que este primera etapa de la escuela no sólo ha sido poco estudiada sino que no se ha valorado de una forma muy positiva.
Lo primero que llama la atención es el logo escogido por concurso estudiantil ganado por Karl-Peter Röh que fue sustituido en 1922 por el conocido de Oskar Schlemmer:

Su “Maniquí Estelar” simbólicamente significaba el universo intelectual y los objetivos pedagógicos de la primera Bauhaus. En su centro había una figura humana delgada que sostenía en alto una pirámide egipcia, rodeada por una serie de símbolos cósmicos: la esvástica, la rueda del sol y el símbolo de felicidad de los budistas. La estilizada cabeza circular de la figura, mitad negra y mitad blanca, simbolizaba el yin y el yang chinos. La figura de palo en sí es la runa germánica para hombre y mujer, al tiempo que hace referencia al famoso dibujo del hombre de Vitruvio de Leonardo da Vinci. Este sello, con sus numerosas referencias espirituales, ofrecía una visión de una comunidad nueva, pacífica y global, que señalaba la superación de patrones eurocéntricos y de comportamiento anticuados, reemplazado por el proyecto de educar a diseñadores creativos imbuidos de una nueva sensibilidad transcultural, dentro de una sociedad democráticamente constituida (Siebenbrodt, 2019, p. 4)
Consecuentemente con este espíritu, en esta primera etapa resultaba de la mayor importancia la formación preliminar del estudiante, el Vorkus, que amplió su duración de seis meses a un año. El principal impulsor del Vorkus, fue Johannes Itten quien tenía ciertas desavenencias con Gropius ya que el primero se orientaba a la formación holística del alumno, a su desarrollo “físico, emocional y expresivo” mientras que el segundo alentaba a la formación de “un artista-artesano orientado a la industria”. Esta controversia finalizó con la salida de Itten en 1923.
Las principales influencias de Itten, según Mauleón, son Adolf Hölzel, Friedrich Fröbel, Ernst Schneider, Eugène Gilliard y Franz Cižek.
Hölzel fue uno de los fundadores de la escuela de pintura Nueva Dachau y desarrolla un enfoque basado en la teoría del color tan importante como la composición. Trabaja sobre el calidoscopio que integra el orden y el azar de manera simultánea y sus trabajos fueron muy influyentes para los jóvenes artistas que acabaron por generar el denominado arte abstracto, entre ellos Kandisnky. La didáctica de Hözel promovía un desarrollo del individuo a través de la investigación del arte e influirá en Itten en «la idea de aprender haciendo y a través de un vínculo con la espiritualidad, la sensibilidad y el reconocimiento del entorno, con el fin de alcanzar un conocimiento personal del individuo».
Fröbel fue un pedagogo orientado a los más desfavorecidos creador del kindergarten donde se asume el juego pedagógico que trabaja con los cuerpos, las superficies, las líneas y los puntos. La propuesta de Fröbel asume un principio divino en el ser humano que, con ese trabajo, se debía estimular. Fröbel aporta su enfoque de «educación integral humanista centrada en la ciencia práctica como base de la formación y que atiende a funciones afectivas y de representación: vida-conocimiento y práctica-teoría» que llama «acción creadora».
Schneider se formó con Jung y fundó el Instituto de Educación Psicoanalítica en Stuttgart. Su enfoque pedagógico fue progresivo con base en el psicoanálisis de Freud. «La perspectiva pedagógica que obtuvo Itten a través de la postura de Schneider reconocía al inconsciente, lo cual posteriormente favoreció los ejercicios de automatismo que propuso en sus clases.»
Guillard fue compañero de Itten y fundador de la academia de arte La Renaissance. Este hecho y su libro sobre los principios de la forma sirvieron de acicate al desarrollo posterior de Itten. Finalmente, Cižek fue un pintor austríaco que promovió la educación infantil centrada en la pintura. «Este enfoque fue consecuencia del descubrimiento de la pintura rupestre y las obras sencillas de las culturas del Mediterráneo: cretenses, fenicios, egipcios y griegos, que parecían expresiones similares a la de los niños.» Esta perspectiva artística primordial fue importante para Itten.
En definitiva, este eclecticismo aúna factores filosóficos, formales, pedagógicos, espirituales, emocionales… con el propósito de promover un desarrollo integral del ser humano basado en la libertad creativa y expresiva. Este propósito conecta con el estrato de lo real relativo a la dimensión espiritual que Itten intentó implementar en la Bauhaus.
Modelo de enseñanza
Itten era seguidor de Mazdaznan, un movimiento de inspiración zoroastrista, fundado en 1890 en Estados Unidos, que buscaba la elevación espiritual y corporal mediante ejercicios respiratorios y alimentación vegetariana. Las prácticas del Mazdaznan fueron incorporadas a la dinámica de la Bauhaus:
[…] ejercicios de respiración y específicos movimientos corporales, selección del tipo de alimentos y cuándo comerlos (por ejemplo, se debía consumir mucho ajo), inclusive diseñó sus ropajes “… pantalones en forma de embudo y un abrigo muy cortado, que lucían por las calles de Weimar con sonrisas fijas que enloquecieron a los lugareños” (The Telegraph, 1999, p. 13). Itten, ya en la Bauhaus, quiso que Mazdaznan se aceptara como doctrina oficial y hay dibujos de Paul Citroen que ejemplifican las prácticas que se realizaban: aplicación de edemas, vómitos, etcétera .
El modelo educativo de esta primera etapa se centra en una creatividad que lucha contra los prejuicios y que se orienta al desarrollo de la subjetividad del estudiante que debe realizarse mediante la libre creatividad y el criterio propio: «No es de sorprender que para la época haya sido novedosa su propuesta, al permitir a cada estudiante establecer sus conclusiones y rehuir la corrección de sus trabajos, por respeto a lo realizado por ellos y por cuidar no herir su sensibilidad, al igual que lo hacían Hölzel y Cižek.»
Favorecer la expresión libre y espontánea, el trabajo con materiales diversos, el reconocimiento de la diversidad de expresiones, la consideración simultánea de lo consciente e inconsciente (automatismo creador) y la promoción del culto Mazdaznan apuntan a la fórmula que el propio Walter Gropius dejó sentada en el Manifiesto de la Bauhaus en 1919:
¡Formemos pues un nuevo gremio de artesanos sin las pretensiones clasistas que querían erigir una arrogante barrera entre artesanos artistas! Deseemos, proyectemos y creemos todos juntos la nueva estructura del futuro, en que todo constituirá un solo conjunto, arquitectura, plástica, pintura que un día se elevará hacia el cielo de las manos de un millón de artífices como símbolo cristalino de una nueva fe (Vega, s. f., p. 32)
Una pedagogía que busca la creación de un hombre nuevo a partir de un método que proporcione una formación multidimensional artística, artesanal y técnica que permitiera entrenar las aptitudes cognitivas, emocionales y expresivas en la aspiración de crear un tipo de ciudadano responsable de la sociedad en que vive. (Se puede hacer un símil con la escuela pitagórica que también aspiraba a crear buenos ciudadanos y seguía unas prácticas aparentemente excéntricas como la prohibición de comer habas y carne). Mauleón relaciona el vínculo de esta metodología del Vorkus con la transdisciplinariedad a partir de un método que relaciona los diferentes niveles de la realidad al «asociar racionalidad-espiritualidad-psicomotricidad-sensibilidad-práctica […] en un modelo de observación-análisis-expresión sumado a un saber-hacer-consciente; [que] detonó un plano de complejidad por su postura dialógica al ser relacional; recursiva gracias a los distintos ejercicios planteados que incorporaban lo externo y posibilitaban expresar lo interno en los estudiantes; hologramática, bajo la idea de contener cada persona un principio divino y por considerar la pluralidad en la unidad y viceversa, postura necesaria para que alcanzaran su plenitud.»
En el siguiente artículo proseguiremos la deriva de esta nueva concepción del ser humano en un contexto de creciente ruptura o polarización que hace cada vez más difícil un modo de relación viable entre lo personal y lo social: una superación de la mirada dualista del pensamiento estático.
Bibliografía
-
- Claramonte, J. Estética Modal II. Ed Tecnos. Madrid, 2021
_______ La república de los fines. Cendeac. 2010 - Givone, S. Historia de la estética. Tecnos, Madrid, 1999
- José Rafael Mauleón Rodríguez. El Volkurs de la Bauhaus como ejemplo de transdisciplinariedad. Revista de estudios interdisciplinarios. http://masam.cuautitlan.unam.mx/seminarioarteydiseno/revista/index.php/reiadyc/article/view/15/13
- Siegler, E. Nuevos movimientos religiosos. Ed. Akal, Madrid, 2008
- Claramonte, J. Estética Modal II. Ed Tecnos. Madrid, 2021
Serie de artículos:
El «renacimiento» griego o el origen de nuestro sustrato cultural (I)
El poema de Parménides: el comienzo del pensamiento sustantivado (II)
El Helenismo: la configuración de las actitudes de decadencia (III)
El Renacimiento histórico: la conexión griega (IV)
El Renacimiento histórico: la nueva imagen del hombre y del mundo (V)
La vía introspectiva (VIII) - Meditaciones
[…] La dimensión espiritual (VII) […]